jueves, 7 de diciembre de 2017

Corazón tan blanco, de Javier Marías


En mi pequeno proyecto de leer a algunos de los candidatos al Nobel no podía faltar el que suena más alto de habla hispana, Javier Marías. Precedido por críticas excelentes a su estilo, me decidí por Corazón tan blanco, novela con éxito internacional impulsado entre otros por Marcel Reich-Ranicki, crítico al que ya se le ha mencionado en este blog. Como estaba sobre aviso, la decepción ha sido menor: el estilo y la estructura narrativa son perfectas, pero el argumento cojea. Quizá su temática (el secreto, la verdad, lo acontecido o contado (o no)), haya envejecido mal en los tiempos de la posverdad.


Javier Marías publicó Corazón tan blanco en 1992. Fue un éxito de público y crítica internacional. Marías vivió un tiempo en Estados Unidos y el Reino Unido, impregnándose de la cultura anglosajona (el título del libro es de Macbeth, la obra de Shakespeare). Además de escritor es traductor, y escribe artículos en El País.

El protagonista de la novela está recién casado y nos habla de su "cambio de estado". De su trabajo como traductor, de los secretos, de si lo que pasa pasa realmente si no se cuenta, de si al contarlo se desvirtúa la verdad. Con una acción reducida (pasan muy pocas cosas en el libro) Marías teoriza sobre la relación entre hechos aislados que no lo están tanto, ya que los secretos existen, y la decisión de contar o no contar (saber o no saber) se toma día a día, como en la novela, en muchas situaciones.

Javier Marías (El País)
Marías escribe muy bien, y este libro es ejemplo de ello. Estoy segura de que en Corazón tan blanco cada palabra está elegida con sumo cuidado, para conseguir que nos identifiquemos con el protagonista, traductor como el mismo Marías, que vive obsesionado con la correcta transmisión de los mensajes y la exacta descripción de los acontecimientos y las emociones. No sólo de idioma a idioma, sino también de la realidad a la ficción de contar. El tema de la realidad que no es tal al contarla me ha recordado a Proust, y su matiz anglosajón (serio, moral, con protagonistas siempre correctos con alguna obsesión que ocultar) me ha hecho entender que Reich-Ranicki elogiara la obra. La estructura intachable, las palabras de Shakespeare perfectamente encajadas, las repeticiones justas. Nada que decir a la ejecución de la novela.

Mi único pero es con el argumento en sí: para mí una obra maestra (dicen que Corazón tan blanco lo es) debe combinar estructura, estilo y argumento. Y éste último a mí no me termina de llegar: no sé si es porque Marías nunca se ha casado (como él mismo reconoce en su epílogo) o porque yo siempre he dudado de la sinceridad bienintencionada. Pero hacer una novela sobre la ética de contar o no contar me parece excesivo, casi infantil: por supuesto que a veces es mejor no contar, y no saber. Una pena porque, como digo, la novela estilísticamente me ha encantado.

Como hispanohablantes hay que leer a Marías, gane el Nobel o no, porque es un autor que honra el castellano. Leed sus artículos periodísticos: así tendréis una idea de sus repeticiones, opiniones y temática. Si no os gusta, no os atreváis con sus novelas, pero si valoráis su gramática perfecta probad, con Corazón tan blanco o con otra. A mí su estilo me ha convencido como para volver a leerle: quizá en otra novela el mensaje me llegue más.

Ratita de laboratorio

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