jueves, 6 de julio de 2017

El mal de Portnoy, de Philip Roth


Cuando hace unos meses anunciaron que Bob Dylan había sido premiado con el Nobel de Literatura no pude evitar sorprenderme y, antes de emitir un juicio, preguntarme qué otras opciones había. De los autores más nombrados como candidatos sólo había leído a Murakami, que no me gusta, así que me faltaban argumentos (como a tantos otros, hayan apoyado o no la decisión), para hablar del tema. Decidí leer más posibles Nobeles, y empiezo con Philip Roth: como Dylan es estadounidense, escribe en inglés y es judío, y algunos dijeron que dárselo a Dylan era más cómodo que premiar a Roth. Aquí os hablo de El mal de Portnoy, la obra que le hizo famoso: un monólogo de Portnoy con su psicoanalista muy explícito donde Roth habla de los judíos estadounidenses.


Philip Roth, que fue profesor de escritura creativa, publicó El mal de Portnoy en 1969, en original Portnoy's complaint. Con esta obra se hizo conocido, y fue éxito de público y crítica. En este libro menciona los que serán algunos de sus temas más recurrentes: la decadencia de la sociedad, la conducta sexual y la vida de los judíos en Estados Unidos. Es también muy conocida su obra Pastoral americana, y La conjura contra América. Actualmente Philip Roth está retirado.

Lo más original de El mal de Portnoy es su estilo, en forma de monólogo dirigido a su psicoanalista. Para que no lo olvidemos tras páginas y páginas en las que el protagonista habla de sí mismo, de vez en cuando leemos frases dirigidas al interlocutor como: „no sé si me entiende, doctor“, que nos hacen imaginar a Portnoy tumbado en un diván pensando en su infancia y en las posibles causas de su obsesión con el sexo y su incapacidad para el compromiso.

Philip Roth (wikipedia)
Portnoy fue criado en una familia de clase media conservadora judía, estricta en la educación y que nunca le hizo olvidar sus raíces. Aunque muchos elementos pueden ser atribuibles a familias no judías, Portnoy nos cuenta su caso particular con las prohibiciones religiosas y las críticas a los goyim (gentiles), de forma que yo personalmente he aprendido cosas que no sabía. Para ello utiliza un tono sarcástico, el que permite poder hablar de algo que se conoce desde dentro, que en varias ocasiones se sale de lo políticamente correcto. Roth critica el miedo al extrano, a los otros, que sus padres le inculcan a pesar de no considerarse creyente. Portnoy vive en un continuo conflicto con su familia y su pasado que le causa un gran sentimiento de culpa, y que le impide encontrarse a sí mismo: algo que Roth consigue contar con humor.

El mal de Portnoy, aunque en concreto habla de una familia judía, en general habla del eterno (e internacional) conflicto generacional: los hijos no comparten el punto de vista de sus padres o no se adaptan a lo que se espera de ellos. Por ser judíos además los padres de Portnoy luchan por transmitir a sus hijos una cultura que quieren preservar contra la que ellos se rebelan, un problema fruto de la inmigración y la posterior integración en sociedades diferentes a la de origen.

A mí me gusta mucho leer de vez en cuando libros con protagonistas como Portnoy: personajes que han perdido el rumbo y no se encuentran a sí mismos. Libros que no temen hablar de temas incómodos aunque suenen soeces o brutales, y cuyo humor roza la falta de él. Por eso creo que Roth es un autor interesante al que en algún momento deberíamos leer. Pero eso sí: hace falta estómago y un sentido del humor especial: las críticas a la familia judía a algunos les pareció ofensiva, y algunas escenas de sexo son francamente desagradables.

Yo volveré a Roth en un futuro, quizá con Elegía.

Ratita de laboratorio

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