jueves, 17 de noviembre de 2016

El príncipe feliz y otros cuentos, de Oscar Wilde


Las mudanzas, a veces, traen cosas buenas. Este libro me lo regaló un amigo cuando, haciendo cajas, descubrió que lo tenía dos veces. Me lo dio, en inglés, y aunque estaba bastante segura de conocer la mayoría de los cuentos, lo leí segura de que su lectura algo me aportaría. Y supuse bien.

Oscar Wilde publicó El príncipe feliz y otros cuentos en 1888, y La casa de granadas y otros cuentos en 1891, colecciones que se presentan juntas en el libro que leí. Wilde escribió poemas, cuentos, ensayos, obras de teatro y una sola novela, El retrato de Dorian Gray. Sus cuentos son tristes, y siempre terminan con una enseñanza moral, a menudo con matices religiosos. Aunque son para niños, sus cuentos los pueden leer también los adultos: hablan de amor, de entrega, de arrepentimiento, de generosidad... y pueden hacer llorar.

De entre todos los cuentos El príncipe feliz es quizá el más conocido. A pesar de haberlo leído de pequeña tantas veces, consiguió emocionarme una vez más, aun leyéndolo en inglés. El príncipe feliz es una estatua cubierta de oro y piedras preciosas que observa la ciudad en la que se erige. Una golondrina, que por culpa del amor ha retrasado su vuelta a África, hace posible que el príncipe ayude a quien lo necesita, llevando algunas de sus joyas a los pobres de la ciudad.

Oscar Wilde (wikipedia)
Aunque opino que los cuentos no tienen que enseñarnos nada para poder ser geniales, los niños necesitan historias que les hagan sentir empatía, para ayudarles a diferenciar lo que está bien y lo que está mal. Pero si los leemos de adultos pueden contarnos mucho más: Wilde se pone en el sitio de quien ama, de quien se entrega sin esperar nada a cambio. Puede hablarnos de los amores platónicos o no correspondidos, de las palabras y los sentimientos que se quedan en el camino. De si se puede morir por amor, de si merece la pena. Del miedo a sentir, del miedo a la verdad, del arrepentimiento y del perdón.

Años después de escribir estos cuentos Wilde fue condenado a dos años de cárcel por mantener relaciones homosexuales. Al salir se marchó a vivir a Francia, donde murió joven y sin dinero. Leyendo estos cuentos me he preguntado cómo hubieran sido sus últimas obras, y si sufrió al recordar a sus hijos, pensando en los cuales los escribió. En sus cuentos uno tiene claro lo que está bien y lo que está mal, pero en el mundo en el que él vivió la supuesta justicia decidía qué amores eran lícitos y cuáles no, y le quitó la patria potestad. Ojalá más padres fueran capaz de explicar a sus hijos la mitad de bien que él lo que significa morir por los demás.


Ratita de laboratorio

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