miércoles, 10 de agosto de 2016

Las efímeras, de Pilar Adón

Tenía muchísimas ganas de leer Las efímeras. Hace años descubrí a Pilar Adón por un libro de relatos -El mes más cruel- que publicó Impedimenta. Casi todas las protagonistas eran mujeres, casi todas estaban perdidas, desorientadas. Cada historia tenía muchísima fuerza y me gustó tanto la forma en que retrataba los personajes, con mucha delicadeza pero hasta el fondo, como el ambiente, onírico, dominado por una naturaleza hostil. En Las Efímeras, está la Adón que encandilaba con sus cuentos, pero desarrollando su forma de narrar hasta el final. Es una novela que esconde muchas historias, que esboza personajes y pasados oscuros, que interpela continuamente al lector para que mire dentro de sí mismo cuando intenta entender lo que ocurre. Adón cuenta, pero sobre todo sugiere. Y el libro sigue hablándonos, una vez terminado.


Aunque también aparecen hombres, las mujeres son las que llevan el peso principal en Las Efímeras. Dora y Violeta son hermanas, viven en una casa aislada, en medio de la naturaleza, pero que pertenece a una comunidad mayor, hermética, que vive de espaldas al mundo exterior. Hay otros en la misma comunidad, pero apenas aparecen. Dora y Violeta están solas: así nos lo hace ver Adón, que apunta a una relación asfixiante, con oscuras dependencias.

Adón nos cuenta poco más del entorno donde viven y apenas nada de cómo llegaron hasta allí. Existe un núcleo central, La Ruche, un antiguo internado que dio paso a algo más y que ahora custodia otro personaje femenino, Anita. La autora esboza datos sobre su pasado pero es el lector el que tiene que completar las elipsis. Lo esencial es el mundo interior de sus personajes, que encuentra su reflejo en un ambiente tiránico y opresivo. La naturaleza que les rodea no es idílica sino amenazante. Y los trabajos diarios de los personajes -sembrar, limpiar, cazar- van encaminados a tratar de dominar un entorno que los engulliría si no trataran de ponerle coto.

Pilar Adón | pilaradon.com


Adón nos habla de muchísimas cosas. La novela, aunque construida con cuidado, deja multitud de hilos sueltos que buscan llevar al lector más lejos. Un pasado enigmático que apenas se intuye. Un mundo salvaje, lleno de símbolos. Unas relaciones escabrosas, complicadísimas, entre el puñado de personajes que aparecen en la obra. Aunque el tono y el ambiente parece en muchos momentos delicado, sugerente, en realidad Las efímeras está llena de dureza: los sentimientos de cada personaje aparecen sin los filtros habituales que impone el mundo exterior. Y aparece continuamente el lado más sórdido de la vida: la sangre, la muerte, las malas hierbas y los insectos que se multiplican sin control.

El libro de Adón da para múltiples interpretaciones porque es pura sugerencia. Pero quizás el tema esencial sea la soledad, y lo que aparece cuando nos quedamos solos: un mundo interior oscuro, que sólo permitimos que nos hable a ratos y que en esta novela es el que domina a los personajes. Adón nos hace mirar muy adentro de nosotros mismos, mucho más allá de la superficie. Escribe sobre el otro lado, sobre lo que no vemos o no queremos ver, sobre lo que nos escondemos a nosotros mismos. Las efímeras en realidad es una puerta a un mundo al que damos la espalda, oscuro, a ratos siniestro, muy íntimo. Está dentro de nosotros, parece avisarnos. Siempre a punto de escapar.

Ratita presumida

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