sábado, 6 de febrero de 2016

Réquiem por un campesino español, Ramón J. Sender

Hace tiempo que quería leer Réquiem por un campesino español, por ser en teoría un buen ejemplo de la literatura española de la posguerra, y las ganas sólo pudieron agudizarse al conocer a Mr.Witt, personaje emblemático del autor sobre el que leí hace unos meses. La novela, que terminé en sólo dos ratos, cumplió perfectamente su función al conseguir desengancharme de otra lectura paralela de la que hablaré pronto en el blog. Esta vez fue Mosén Millán a quien conocí y quien me sorprendió, mostrándome que con Sender no todo es lo que parece.

Ramón J. Sender publicó Réquiem por un campesino español con el nombre de Mosén Millán en México en 1953, en el exilio. El tema de la guerra civil aparece en varias de sus obras y ésta es una de las más conocidas, quizá porque fue adaptada al cine. 

Réquiem por un campesino español transcurre en una aldea pequeña en Huesca, durante unos pocos minutos, los previos a la misa que el sacerdote Mosén Millán quiere ofrecer por Paco el del Molino, joven ejecutado un año antes por las tropas franquistas durante la Guerra Civil. Mientras espera a que los feligreses acudan, el sacerdote recuerda el nacimiento del niño y su bautizo, su juventud, y lo bien que se llevaban cuando él era monaguillo. Recuerda también aquella visita que realizaron juntos a las casas de las cuevas, cuando Paco conoció la verdadera pobreza.

Cartel de la película de Francesc Betriu (1985)
El libro cuenta una historia que pudo pasar (y pasó) en un pueblo cualquiera de España, donde unos jóvenes republicanos creyeron poder cambiar el orden establecido. Sorprende mucho el personaje de Mosén y su evolución: cómo mientras escuchamos el romance inventado en honor a Paco en boca del monaguillo Millán piensa en el pobre Paco, y en lo que él (en representación de la Iglesia y su posición en el conflicto) hizo por él.

Réquiem por un campesino español es un ejemplo de novela corta a la que no le falta de nada. Es difícil describir tan bien a los personajes en tan pocas palabras, con tan pocas acciones. Pero todos nos hacemos una idea de quién es quién en la obra, e identificamos a los valientes, los cobardes, los idealistas, los inocentes. Sender plasma a la perfección su lectura del ambiente previo a la guerra, durante la cual perdió a su mujer y a un hermano, y por la que tuvo que marcharse al exilio.

Por segunda vez este autor me sorprende, y me pesa darme cuenta de lo poco que hasta ahora sabía de él. Este librito es absolutamente recomendable. Volveré a leerlo, quizá la próxima vez con La tesis de Nancy o con La crónica del alba. Y os lo contaré.

Ratita de laboratorio

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