jueves, 10 de julio de 2014

Cuentos, de Alice Munro

Paseando por mi librería preferida, encontré en la sección de literatura en inglés un montón de libros de Alice Munro, de nueva edición y baratos. Alice Munro ganó el Premio Nobel de Literatura en el año 2013, y su editorial debió aprovechar para relanzar sus libros. A falta de una alternativa mejor, me decidí por una antología porque parecía que hacía un recorrido amplio en toda la trayectoria de la autora. Sin ninguna idea preconcebida sobre Munro, debo decir que me ha gustado... aunque debí escoger un libro doscientas páginas más corto.



Alice Munro es una autora canadiense, Premio Nobel en 2013, que empezó a escribir desde su juventud. Es una escritora de cuentos en los que describe relaciones y sentimientos de personas normales, en situaciones cotidianas, poniendo en palabras las sensaciones de sus protagonistas, todos ellos gente sencilla cuya profundidad es siempre mayor de la que aparenta. Sus relatos, casi siempre en un ambiente rural y que se comparan con los de Chéjov (a quien yo no he leído), rara vez tienen un carácter lineal. Varios empiezan por el medio de la historia, desde donde la autora nos guía hasta el origen para comprender lo que pasa y hasta el final (en muchas ocasiones abierto).

El primer cuento que leí de Munro me emocionó como hacía mucho que no hacía ningún libro. Ambientado en la época de la Depresión y en una zona rural, en „Walker Brothers Cowboy“ Munro nos habla de un padre, comerciante ambulante, que se lleva a sus hijos a trabajar con él para que no molesten a su madre, aquejada de jaqueca. Tras un incidente más que incómodo, se dirigen a la casa de una antigua amiga. Allí beben y bailan. Y después, vuelven a casa. Su hija, que es la narradora de la historia, sabe que hay cosas que no debe contar.

La crisis de los años treinta, que llevó a la pobreza absoluta a tantos agricultores y granjeros en América (empeorada por la sequía que la siguió), es un tema sobre el que me entristece leer, porque hizo retroceder a una generación entera en su nivel de vida. Si a eso se le añade la resignación y la nostalgia por otros tiempos, ese „quién nos iba a decir“, el miedo a imaginar una vida que pudo ser distinta... en fin, que me emocioné. Pero lo mejor sin duda del cuento es que Munro no nos dice nada: nos describe escenas, comportamientos, pero todo lo que hay detrás se lo guarda, y somos nosotros los que lo intuimos.

Después de este comienzo, pensé que todos los cuentos iban a gustarme al mismo nivel. Lamentablemente, no ha sido así. Yo ya no estaba tan sensible, y otros cuentos tocan otros temas que quizá no me hayan emocionado tanto. Lo que tienen en común todos los cuentos son sus personajes, casi siempre femeninos, interesantes, complejos, imperfectos, que nos hacen intuir un mundo sorprendente tras la sencilla apariencia de mujeres normales. Pero, claro, son tantos cuentos, y las mujeres todas tan complejas, que tras muchas páginas uno confunde los relatos, las circunstancias, creyendo (injustamente) que todas las historias son, en el fondo, iguales.

Como creo que este último juicio es injusto, os recomiendo a Munro con una de sus colecciones de cuentos original (nada de antologías). Seguro que no os gustan todos los cuentos, pero me apuesto lo que queráis a que con alguno os escondéis la lágrima en un avión (como hice yo).

Ratita de laboratorio


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